«El camino inesperado», de Alejandro Monreal: Una emotiva novela juvenil sobre discapacidad, identidad y autodescubrimiento
Si hay algo que disfruto en una novela, es conectar con su protagonista desde el primer momento. Y con El camino inesperado de Alejandro Monreal me ha pasado justo eso. Eloy es un protagonista al que quieres al instante, es cercano, con una voz sincera que consigue engancharte desde el primer capítulo. Es un adolescente de 16 años que vive en un pequeño pueblo manchego, donde todo parece estar predeterminado, pero él se siente diferente. A su discapacidad funcional, que ha condicionado su vida desde pequeño, se le suma el torbellino de emociones que supone descubrir su identidad.
Pasa las horas jugando a la consola, recurriendo a sus listas de canciones para cada momento y viendo cómo su mejor amigo, David, se aleja de él desde que tiene novia. Sabe que su familia y la gente del pueblo espera que siga el camino marcado, pero en su interior empieza a sentir que su vida puede (y debe) ser diferente. Su discapacidad ha hecho que muchas veces se sienta limitado, pero la atracción inesperada hacia otro chico es lo que realmente lo descoloca.
Una representación impecable de la discapacidad
Lo mejor de Eloy es que es real. Su humor sarcástico, su tendencia a divagar en pensamientos caóticos, sus ganas de pasar desapercibido pero también de encontrar su lugar en el mundo… todo en él es genuino. A lo largo de la novela, somos testigos de su evolución: de sus dudas, sus errores y sus pequeños triunfos, tanto en lo personal como en lo físico. Porque, además de todo lo que está descubriendo sobre sí mismo, también lucha día a día por mejorar su movilidad, con esfuerzo, con frustración, pero sin rendirse.
La manera en la que el autor aborda la discapacidad de Eloy es uno de los grandes aciertos de la novela. No es un simple rasgo de su personaje, sino algo que influye en su día a día y en su manera de relacionarse con los demás. El autor consigue que sintamos sus dificultades, sus pequeñas victorias y la lucha constante por avanzar. Es un tema tratado con mucho realismo y sensibilidad, sin caer en dramatismos innecesarios.
Un retrato honesto de la vida en un pueblo
Uno de los puntos fuertes de la novela es su ambientación realista y detallada. Desde los paisajes hasta los diálogos, todo suena auténtico. Es fácil visualizar las calles, las casas casi idénticas, las costumbres, los lugares de reunión… todo está descrito con una naturalidad que hace que realmente te sientas allí. No es solo un decorado: el pueblo es una parte activa de la historia, un escenario que condiciona las decisiones de Eloy y el resto de personajes.
Una bonita amistad, una supermamá y un desconocido que lo cambia todo
El elenco de personajes está muy bien construido, pero si hay una relación que destaca es la amistad entre Eloy y David, su mejor amigo. Es una amistad de esas que se sienten reales, con complicidad, dudas y distanciamientos. Me ha gustado mucho cómo está tratada, porque no es perfecta, pero sí creíble. David es un apoyo para Eloy, pero también tiene su propio camino, sus propias decisiones y errores.
Otra relación que me ha parecido especialmente bonita es la que Eloy tiene con su madre. Ella es su mayor apoyo, acompañándolo en su lucha por recuperar la movilidad, llevándolo de un lado a otro y lidiando con la complicada etapa de la adolescencia con una paciencia admirable. Su amor incondicional y su forma de estar presente sin invadir el espacio de Eloy hacen que su papel en la historia sea fundamental.
Y luego está Gabriel, cuya presencia en la vida de Eloy lo cambia todo. Desde el primer momento en que apareció, intuí que los tiros iban a ir por ahí, así que cada vez que salía en escena, estaba pendiente de cuándo surgiría la chispa entre ellos. Y cuando por fin pasa, es una evolución tan bien llevada que se disfruta muchísimo.
Esta parte de la historia, así como un momento previo con su amigo David, me han resonado profundamente. Durante unos días, regresé a mi propia adolescencia: a ese primer beso que se suponía prohibido al ser dos chicos, a las dudas constantes, a la sensación de sentirse diferente en un entorno que nunca lo ponía fácil.
Como alguien que ha crecido en un pueblo siendo homosexual, me he visto reflejado en las emociones de Eloy. Esa mezcla de ilusión y temor, de querer explorar lo que sientes pero sin saber si es seguro hacerlo, de no tener claro el camino a seguir… Todo se transmite con una sensibilidad y un realismo que es imposible no conectar con ello.
Un final agridulce
Si tuviera que señalar algo que no me ha convencido del todo, sería que algunas reacciones de ciertos personajes me resultaron difíciles de entender. Pero al tratarse de adolescentes, hasta me parece lógico: a esa edad, muchas veces ni uno mismo comprende por qué actúa de cierta manera.
El final me dejó con una sensación agridulce. Es bonito y coherente con la historia, pero quizá un poco abrupto. O tal vez lo que pesaba más era la pena de que se acabara una historia que me devoré en solo dos días.
¿Te la recomiendo?
El camino inesperado de Alejandro Monreal es una novela que recomiendo sin ninguna duda. Su realismo, sus personajes y la forma en que trata temas como la identidad, la discapacidad y la vida en los pueblos la convierten en una historia única y necesaria en la literatura juvenil. Por todo ello, estoy deseando ver qué nos trae Alejandro Monreal en el futuro.
¿Y tú? ¿Ya conoces la historia de Eloy?